El mes de mayo está casi terminado, al igual que hace muchos años, las pruebas de acceso a la universidad se acercan. Ahora no son como en la primera década del siglo XXI, nada tienen que ver con la PAU que yo hice en el año 2007. Por muchos años que pasen, no puedo borrar de mi mente lo realmente mal que lo pasé a pesar de saber que no era para tanto. ¡Claro que no era para tanto! Pero me jugaba mi futuro o, al menos, parte de él. Pero 2007 queda ya muy lejos, muy retirado de nuestra realidad. También queda lejos el año 2013, diecisiete años nos separan del Máster y de las prácticas que hicimos en aquellos institutos de los que hoy no queda nada, salvo el esqueleto.
Si hiciéramos balance de estos diecisiete años nos daríamos cuenta de que ha pasado de todo en nuestro país. El gobierno nunca ha sabido entender a su pueblo, nunca ha hablado el mismo idioma. Ganar dinero es lo único que importa o importaba porque ahora, en 2030 ni siquiera somos gobernados por españoles. Hemos llegado a tal punto que el gobierno está formado por otros, por miembros de diferentes países. Eso es ahora, pero vivimos situaciones verdaderamente difíciles. El año 2014 ofreció a muchos de mis compañeros salir del país para poder ejercer la profesión de docente en lugares muy lejanos y algunos valientes se fueron. En esos momentos pensé que mi lugar era este y ahora, después de unos años lo sigo pensando. Justo un año después, en 2015 la ley de educación cambió y por fin en los centros se eliminaron las pizarras y las tizas. Los libros de texto pasaron a un lugar privilegiado en las bibliotecas de los centros y las tabletas y portátiles, además de los móviles se introdujeron en las aulas. Ahora sí que el alumnado era el verdadero protagonista de su aprendizaje, y así vivimos durante diez años. España se convertía en un país innovador, con alumnos que eran capaces de aprender, de buscar y encontrar la motivación. Contaban con toda la tecnología necesaria para adquirir conocimiento pero en 2025 se llegó a un acuerdo. Los profesores ya no servían para nada, solo entraban en las aulas para guiar a los chicos, pero ellos ya habían aprendido a trabajar sin guías. La situación se desbordó y los políticos no supieron qué hacer, todos los profesores se encerraron en sus centros para manifestarse. El país se vino abajo y se vio obligado a ceder el mando a personas más cualificadas que pudieran resolver esta situación. Pero, esto solo era en educación, con otros temas pasaba lo mismo. La sanidad estaba desbordada, atrás quedaba nuestro viejo sistema. Así pasó con todo...
Desde 2025 a 2030 nuestras aulas han sido "invadidas" por finlandeses que pretenden que los españoles seamos igual que ellos en lo que se refiere a educación. Lo mejor de todo esto es que a los profesores se les reconoce ahora su labor. Siguen estando en el aula, han aprendido cómo deben ser los guías de sus alumnos y cómo ellos deben respetar esta figura porque, por mucho que las nuevas tecnologías ofrezcan y pongan al alcance de todos el aprendizaje, nunca será lo mismo que una persona. Por mucho que nos empeñemos, las personas y concretamente los profesores, somos necesarios de una forma o de otra.
Este año se implanta la nueva PAU después de muchos estudios, de mucho esfuerzo y de mucho entusiasmo. Las universidades buscan a personas de verdad que tengan capacidad de adaptación, que puedan transmitir su conocimiento y que ante todo sean autónomos. Que hablen al menos tres idiomas correctamente y que el uso de la tecnología esté tan presente en ellos como lo está el hecho de respirar.
Aunque estemos en 2030 y Finlandia siga siendo el país con mejores resultados en PISA, España lleva cinco años luchando para ser iguales y para entender que la enseñanza no es un juego. Se puede aprender jugando y se puede sacar mucho partido del juego, pero la enseñanza es algo mucho más serio y no debería estar en manos despreocupadas de políticos a los que solo les importa el dinero.